ISAURO GUTIÉRREZ/ MORELIA, MICH./ DOM-20-MZO/ El PAN y su “cuestionado” gobierno federal sólo han traído para Michoacán desempleo, estigmatización de estado violento y delictivo, que el resto de los mexicanos traten a los habitantes de esta entidad “como los parias del país”, y todo sólo por pensar diferente a la derecha y a Felipe Calderón, porque aquí ganaron Andrés Manuel López Obrador y Leonel Godoy, “porque aquí somos cardenistas y liberales”, señaló el presidente del PRD en Morelia, ALFREDO RAMÍREZ BEDOLLA, durante la instalación del Diálogo para la Reconstrucción de México (DIA) en la capital michoacana.
El dirigente advirtió que la cúpula de la derecha –“que tiene un pie en el PRI y otro en el PAN”– unificará estrategias para impedir que la izquierda siga gobernando “estas tierras de tradición libertaria”, por lo que llamó a los morelianos a “no dejarse confundir ni engañar” y a confiar en el proyecto de gobierno “claro, preciso y de izquierda”, que los partidos aglutinados en el DIA les presentarán.
El dirigente municipal de Morelia pronunció un buen discurso, pero habría que analizar sus comentarios a la luz de los hechos y de los principios doctrinarios de su partido, porque el que se ve que tiene un pie en la derecha es precisamente el PRD, virtud de sus alianzas en elecciones de otras entidades.
Cualquier alianza desfigura a los partidos políticos, porque rompen con sus principios doctrinarios pero, sobre todo, rompen con la causa primigenia de su propia existencia, toda vez que los partidos nacen para buscar el poder en oposición a otros partidos.
Los principios ideológicos, traicionados luego, debido a los pragmatismos políticos de sus dirigentes, son los que dan base y sustento a la creación de un partido. El término Izquierda política tiene su origen en los Estados Generales franceses de 1788, puesto que a ese lado del Rey se sentaban los representantes del Tercer Estado, en su contra, el lado derecho era ocupado por la nobleza y el clero.
Para ello, vale la pena recordar a José Fouché, quien nació el 21 de mayo de 1759, en Le Pellerin, Francia; ingresó como clérigo en el seminario de los oratorianos, después de haber cursado sus estudios de primaria y secundaria en el colegio de la misma Orden.
Zweig dice que Fouché, al igual que los demás sacerdotes, se condujo acorde con las normas rígidas del convento bajo el mandato de vivir en la pobreza, la castidad y la obediencia. Irónicamente, es a través de la práctica de estas virtudes, que aprendió el arte de callar, la ciencia magistral de ocultarse a sí mismo, la habilidad para observar y conocer el corazón humano. Es, asimismo, en esos largos años, en esa continua lucha contra las propias pasiones, cuando llegó a adquirir la disciplina del autodominio férreo, para -entre otras cosas-, no revelar nunca los sentimientos personales y ocultar la vida privada.
Dos semanas más tarde de haber dejado la Orden de los Oratorianos, Fouché era el presidente de una asociación denominada “Amigos de la Constitución” y dos años después fue elegido Diputado de la Convención por el Departamento del Loira inferior.
El perfil ideológico de Fouché era tan inestable como impredecible, pues siempre se acomodaba a las circunstancias y fue de derecha cuando le convino, pero luego, al notar que la izquierda tomaba más fuerza, se unió a los jacobinos que en ese momento dominaban para acabar con los moderados. Se tomó muy en serio su papel, y en 1793 redactó la “Instrucción de Lyon” y se presentó como el primer comunista de la revolución.
Además, se declaró ateo, mandó a la guillotina a cuantos consideró que podían ser peligrosos, quemó iglesias, se mofó de los religiosos, fusiló a cañonazos a los sospechosos de conspirar contra la república
Después, José Fouché pasó un tiempo en el anonimato, pero al entrar en escena Napoleón Bonaparte, éste supo apreciar sus grandes cualidades para descubrir conspiraciones y movimientos secretos de todo género; y en 1799, fue nombrado ministro de policía, cargo que desempeñó con mucha efectividad. Este puesto lo puso en contacto directo con la nobleza, el clero y la clase adinerada; y le dio la oportunidad de descubrir el poder del dinero y la facilidad con que se abren las puertas cuando se forma parte de la nobleza.
En la política actual, abundan los Fouchés, que se acomodan a las circunstancias políticas y los que vemos en las calles protestando y esgrimiendo arengas marxistas, pero después, cuando llegan a puestos de mediana importancia, como la de diputados, se convierten en representantes del poder económico. Los burgueses de izquierda llegan a ser más autoritarios que los fundamentalistas de derecha.